Chillida-Leku
Las
obras de Chillida, se trata de una opinión personal, como
no podía ser de otra manera, dicen poco si se contemplan aisladamente:
uno se encontrará ante una piedra horadada por túneles prismáticos,
o un trozo de chapa con un par de ojuelos, o un inmenso asiento de cemento,
o simplemente un papel en el que unas bandas negras se abren en dos como
si de la pinza formada por un pulgar y un índice se tratase.
Sin embargo, cuando se ve el conjunto de su obra la cosa adquiere cuerpo:
uno aprende a relacionar las formas, y a apreciar la unidad que esconde
la variedad de los materiales que utiliza. De algún modo uno se
da cuenta de que detrás de todos aquellos alabastros, hierros,
maderas y papeles, hay alguien.
El colmo de lo dicho se produce en Chillida-Leku: en un entorno increíble
de árboles y montes, una pradera, un bosque y un caserío
esconden piezas de las distintas aproximaciones que realizó Chillida
a lo que fuese que estaba buscando: allí los bloques de piedra
con cavernas cúbicas o los grandes dedos metálicos que intentan atrapar el viento encuentran
su lugar.
Quizá esa sea la pega más grave del sitio: que allí
todo cuadra demasiado bien, todo resulta demasiado amable, supongo que
para mayor gloria del autor.
A título de curiosidad diré que una de las obras allí
expuestas se llama Homenaje a Luca
Pacioli.
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