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La rueda de Hemingway

Esto es como un tiovivo -pensó Robert Jordan-. No es un tiovivo como esos que giran alegremente a los sones de un organillo, con los chicos montados sobre vacas de cuernos dorados, donde hay sortijas que se ensartan con bastones al pasar, a la luz vacilante del gas, en las primeras sombras que caen sobre la Avenida del Maine; uno de esos tiovivos instalados entre un puesto de pescado frito y una barraca en la que gira la Rueda de la Fortuna, con las tiras de cuero golpeando los compartimientos numerados y las pirámides de terrones de azúcar, que sirven como premio. No, no es esa clase de tiovivo, aunque haya gente esperando aquí, igual que esperan allí los hombres con las gorras caladas y las mujeres con sus chaquetas de punto, descubierta la cabeza y brillando el cabello a la luz del gas, mientras contemplan fascinadas la Rueda de la Fortuna que da vueltas. Ésta es otra clase de rueda y gira en sentido vertical. Esta rueda ha dado ya dos vueltas. Es una rueda muy grande, sujeta por un compás, y cada vez que gira vuelve al punto de partida. Uno de sus lados es más alto que el otro, y cuando vuelve a descender os encontráis en el lugar de partida. No tiene premios de ninguna clase, y nadie montaría en ella por gusto. Se encuentra uno arriba y tiene que dar la vuelta sin haber abrigado la menor intención de subirse a ella. No hay más que una sola vuelta, grande, elíptica, que nos eleva y nos deja caer después, volviendo al lugar de donde partimos. Henos aquí de vuelta otra vez sin que nada se haya solucionado.


 
  Ernest Hemingway, Por quien doblan las campanas, capítulo xviii, pp.202-203.

Luis Gómez envió este fragmento y escribió:

"La primera ocasión que leí este pequeño fragmento de la novela de Hemingway me sentí conmovido. Vino a mí una imagen extraña, propia de los sentidos en alerta. Me dije a mí mismo: ¿es esto un déjà vu, casualidad quizá? Tiempo después comprendí que no era el caso. Hemingway leyó a John Donne evidentemente. Durante años he deseado compartir ese atisbo y esa conjunción matemática de extrañeza que ha eclipsado mi mente. El fragmento contiene una sorprendente paráfrasis de A valediction Forbidding Mourning de John Donne.

"Recuerdo que un antiguo poeta español de nombre Juan de Mena (1411-1456) escribió un poema llamado Laberinto de fortuna en el cual habla de tres ruedas enormes. La rueda del pasado, la del presente y la del porvenir. Le del presente siempre es incesante en su movimiento. Lo que no podría aseverar es si Hemingway creía en este concepto del tiempo."

   
 
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